
Allí quedó atrapada en el intenso azabache de sus ojos.
No quería que otros brazos la abrazaran, ni que fuesen otros labios los que en su boca posaran.
Orgullo traicionero que no permitía acortar la distancia deseada.
Las miradas encendidas se cruzaban, la de él desafiante, segura, la de ella pudorosa, no podía levantarla, se quemaba.
La oportunidad llegó cabalgando sobre vientos de tormenta en la que los espíritus de una noche debilitaron sus miedos.
Temblando quiso ser protegida, poseída y amada.
Sus cuerpos apasionados, largamente deseados al fin en solo uno se fundieron. Seguirían así, tocando todos los días el cielo. Sus deseos fueron sueños que llegaron envueltos en palabras de amargura que clavaban como dagas, transportándola a una realidad de un pasado de ignominia.
El hablaba de su querer sincero, de no creerse digno de atar su vida a la suya.
Aún no siendo el mismo muchos eran los fantasmas del pasado que con frecuencia venían a visitarlo.
La desolación se apodera de ella y se va rota su alma. Veía crueldad innecesaria en desenterrar todo lo que parecía ya muerto.
Sentimientos encontrados la habitaron, pero el corazón no permitió
el olvido en el deshojar de los tiempos, llegando al atardecer de un cálido
día en que tuvo lugar el reencuentro.
No hicieron falta palabras, solo dos fuertes latidos cuando sus labios se unieron.
Su redención sería el vivir con su tormento.