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Cuando yo era
primavera
me cantaba el
ruiseñor
lo que no
sabía, era
que en el
corazón había
compartimentos
de amor.
Uno para el
que colma la dicha
y otro para el
que calma
el dolor.
Por este
camino viejo
unos vienen y
otros van
y todos somos
viajeros
efímeros del
caminar.
Aunque no esté
en nuestras
manos
el tiempo del
respirar,
qué importante
es en la vida
la gran virtud
del amar.
Marisa Pintos L.