El intelecto no me engaña, el declinar del sol que cada día me acompaña lo recuerda, esa tibia sensación que me circunda lo confirma.
Es cierto, nadie es imprescindible.
También es cierto que aún no siendo nada, el ser humano desde que nace hasta que muere, nunca debe llegar a ser el cero que nadie quiere, el de la izquierda.
Es el mar, que cada día me sorprende con un punto de luminosa ternura, y hoy todo su rugido, diluido en diáfana salpicadura, son perlas, que la piel me purifican
qué sencillo resulta el tacto de su fuerza, cuando se hace gota de caricia recubierta.
Un beso en el sueño, un torrente de agua la gota de cielo que en la nube danza, ciruelo de invierno que brota en el alba, un fluir de viento que ondula, montaña . Eres, un respirar de anhelo en noche estrellada, un silencio de luna asomando al día, de la luz el relumbre que abraza la vida.
Somos, un exánime río en estiaje que hora tras hora lo va dando todo.