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A ese árbol solitario…
para el que no ha llegado
primavera.
Entre mar y cielo
se ha quedado
con el acero del invierno
pegado a su piel.
Por su desnudez rígida y seca
se cuelan vientos del ocaso,
con su ropaje se han llevado
el último aliento.
Terreno poco propicio
acantilado de hambre
y soledad.
Triste es la espera
llegará el reloj justiciero
que le tumbe.
Renace la vida
nuevos brotes
de un futuro.
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