miércoles, 12 de noviembre de 2008

Fantasmas


FANTASMAS


.Esa cerrazón que te envuelve, flotando en nubarrones de hielo, no permite que el calor del amor no creído, lo llene todo, lo funda, y convierta en cálidos ríos en los que sumergirse y sentir la relajación anhelada.


La presencia de la nebulosa fría que te invade, te aburre, te incomoda, pero no puedes liberarte de ella, porque no existe. No puedes hacer que se esfume.

Es la compañera inseparable de noches no dormidas y de días no vividos. Lo ves todo irreal, lo que parece no es.


Vivir en el vacío se hizo costumbre, ya no duele tanto. Se llena de nimiedades que encallecen.


Puede parecer patético pero no tiras la toalla, crees que aún están por vivir días de plenitud, paraísos escondidos que descubrir y presencias con quien compartir.


Las primeras hojas del otoño no serán capaces de apagar el espíritu optimista latente que reflotará en primavera.


Mientras dormitarás, tu cuerpo se ralentizará y los monstruos que te habitan hibernarán. Tratarás de mantener sus avernos bien fríos para que no reaparezcan sus instintos devoradores.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Sosiego

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Mañana dominguera, cielo azul, sol fulgurante reflejado en las blancas fachadas costeñas cobijadas por verdes montañas, guardaespaldas majestuosas elevándose con sus redondeces sensuales hacia las alturas en permanente oración de gratitud por tanta belleza.


A través de la ventana el aire, reconfortante mezcla de sal y pinos, entra a raudales en la alcoba, invade los cuerpos, los llena de vida.
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Hoy no es necesario otro alimento.


Aprisionar en el interior sensaciones de plenitud hasta la saciedad.
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Los ojos que divisan el azul intenso del mar desde la privilegiada atalaya atraen a los blancos veleros, que con sus velámenes al viento van arando surcos de paz, sosiego y tranquilidad.

Deseos de perdurar en lienzos, amalgama de blancos, celestes, turquesas y esmeraldas conformando la más bella estampa vivida y que nadie antes haya pintado.

sábado, 8 de noviembre de 2008

Xanela

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En el crepúsculo de un día apacible de Agosto, y mecida cual gaviota por las olas, descansa Xanela.

Le encanta ese continuo vaivén, las caricias y los besos con los que el mar le agasaja, formando a su alrededor festones de espuma que toda la lamen.

Unas veces vacía, otras repleta de emociones.

Todo lo aguanta, hasta los más grandes embates que los poderosos envían contra sus costados.

No hay cuidado, está bien anclada.

Ella es paciente, sabe escuchar, aunque a veces muestra su genio, sacudiéndose toda. Cambia a menudo de carácter, según le dé el viento.

Con la mar embravecida, se agita, se encabrita, protesta, pero luego cuando la calma se restablece y los cormoranes vuelan de roca en roca sobre la isla cercana, la invade una paz infinita, se siente feliz.

Le encanta ser ese punto oscuro en medio del reguero centelleante que el sol forma al atardecer. Por momentos quisiera seguir ese sendero y perderse para siempre en el horizonte.

Espera que se haga la noche y que la luna llena asome por detrás de los pinos.

Se levanta una ligera brisa y es entonces, y solo entonces, cuando sueña con la promesa de un mañana azul, en el que su capitán subirá a bordo, le contará cómo le ha ido la vida y cómo juntos surcarán los océanos empujados por el viento hacia mundos lejanos.

Xanela, mi fiel compañera.